Los 86 largos años de historia del Real Oviedo penden de un hilo cada vez más fino. Una vez más, porque ya han sido varias en la última década, el histórico club carbayón se ha visto obligado a recurrir a su fiel masa social. Esta vez se necesitaba una ampliación de capital de 1,9 millones de euros como condición indispensable para lograr la subsistencia. Y en ello andan. Contando los céntimos reunidos de aquí al próximo sábado día 17, fecha límita para evitar la entrada del club en causa de disolución. Resulta conmovedor comprobar como aficionados de todo el mundo, futbolistas, periodistas, clubes de más allá de nuestras fronteras incluso… todos se han volcado por la causa ovetense en una movilización, me atrevería a afirmar, sin precedentes. Si por apoyo popular y por repercusión mediática fuera, la salvación del Oviedo estaba garantizada para la eternidad.
El caso del equipo asturiano es grave y aún espera una resolución satisfactoria. Sin embargo, no es ni mucho menos el único en una geografía que aparece salpicada de casos muy similares, quizá con menor repercusión mediática y social, pero igualmente extremos.
Palencia y Oviedo distan apenas 270 kilómetros por carretera. Un trayecto que, al menos en los últimos años, ha sido no pocas veces recorrido por los hinchas de ambos equipos. Sin embargo, ambas ciudades o, mejor dicho, los clubes de fútbol más representativos de las mismas, distan años luz en cuanto a trascendencia y éxitos. Palencia no es Oviedo. Quizá por eso, el Club de Fútbol Palencia se ha muerto sin que apenas nadie reparase en él. Hoy, doce de noviembre de dos mil doce, el administrador concursal de la entidad palentina anunciaba que, ante la imposibilidad de hacer frente a las obligaciones de pagos futuros, procedía a la liquidación y desmantelamiento del club. El equipo estaba en Tercera división tras el descenso del pasado año. Luchaba, junto a Burgos, Cultural Leonesa o Arandina por las plazas del play-off de ascenso a Segunda B. Una minucia para un equipo que en las cinco últimas temporadas estuvo dos veces a punto de conseguir un histórico ascenso a Segunda división.
Por mucho que fuese una desaparición largamente anunciada (los problemas y las dificultades económicas del club vienen ya de lejos), el Club de Fútbol Palencia, que llegó a jugar en Segunda a principios de los ochenta, se ha muerto solo, en un rincón, ignorado y sin que nadie reparase en él. En el paradigma del fútbol modesto. Las lágrimas incontenibles del capitán David Durántez suponen el mejor epitafio posible para un equipo que jamás volverá a saltar a un terreno de juego y que nunca jamás hubiera logrado ser Trending Topic en Twitter.